El ensordecedor silencio de Europa

Lo que ocurre estos días en Egipto, réplica del pistoletazo de salida que dio Túnez, es Historia. De esa Historia con mayúsculas y que acaba en los libros de texto. Y además, de la buena, de la feliz, de la positiva. Básicamente el pueblo, la ciudadanía, la gente, se ha hartado del dictador que los mantenía en condiciones desesperadas y se ha alzado contra él. Lo ha hecho de modo pacífico (dentro de los márgenes que el término pacífico concede en una revolución social) y ha logrado su objetivo: democratizar el país. Lo ha logrado Túnez y lo va a lograr Egipto. Quién sabe si detrás irán Marruecos, Yemen, Jordania, Sudán o Argelia.

Hace muchos años que los países árabes viven bajo un yugo asfixiante. El problema es que poco se sabía de este yugo en Europa. Como bien me explicaba hace unos días Haizan Amirah Fernández, investigador principal del Mediterráneo y el Mundo Árabe del Instituto Elcano, «los datos para quien quiera saber en qué condiciones de desesperación vive el mundo árabe están ahí, al alcance de cualquiera, otra cosa es que se les haya dado difusión a gran escala». Tal vez porque, efectivamente, no se le dio difusión a este sufrimiento, no son pocos los que a día de hoy no son demasiado conscientes de la importancia de lo que está acaeciendo. Lo que está ocurriendo es que el pueblo puede derrotar a la tiranía. En un siglo donde a los ideales se les llama utopías y a los idealistas, románticos trasnochados, los árabes han dado todo un puñetazo encima de la mesa. Y no parece que vaya a parar. «La ciudadanía se ha levantado para lograr un estado de derecho. Y eso no se puede frenar», explica Haizan.


El  efecto es en cadena. «Las condiciones por las que Túnez y Egipto se han levantado, se repiten en todos los países árabes», dice Haizan. Es decir, esta revolución es posible y factible en los demás países de la región. De hecho, Argelia y Marruecos ya viven manifestaciones, Yemen y Sudán revueltas y otros dictadores ven claramente la que se les viene encima y toman medidas. El periodista y amigo Víctor M. Osorio, una máquina de rastrear y encontrar información para después convertirla en noticia, me contaba ayer mismo que el gobierno de Argelia, con su presidente Abdelaziz Bouteflika a la cabeza, ha abaratado los precios de algunos alimentos básicos. La misma medida se ha tomado en Jordania, donde también se ha subido del sueldo de los funcionarios públicos. Libia, donde las protestas todavía no han prendido, ha abolido los impuestos sobre el arroz, el azúcar o las papillas, mientras que Marruecos garantizará la estabilidad de los precios de los productos básicos. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar…

Y en medio de todo este ejemplar e histórico proceso, encontramos a los deningrantes líderes políticos, títeres de un sistema cada día más vergonzoso.  Por un lado la puesta en escena de la UE y de EEUU, y por el otro la de China e Irán. De los segundos nada nuevo bajo el sol. China censura la palabra Egipto de sus servidores (no vaya a ser que la mecha se siga extendiendo hasta Asia central) e Irán a lo suyo, metiendo cizaña, como siempre, y vomitando basura como que ésta es la revolución del Islam. Algo de miedo le deben haber metido a Israel que se ha apresurado a decir, por medio de Netanyahu, que la UE y EEUU deben rebajar sus críticas contra el dictador egipcio Mubarak (me pregunto qué críticas, pero ahora hablaremos de eso). Israel tiene un tratado de paz con El Cairo desde 1978, un cambio de régimen dejaría un nuevo escenario en las relaciones entre ambos países, algo que a Israel no le gusta. Lo mismo le pasa con Jordania o Arabia Saudí. Da cierta pena ver cómo un país que no cesa de alardear que es la única democracia de la zona (un argumento utilizado hasta la saciedad por Israel) pide no criticar al dictador que un pueblo intenta derrocar en pos de esta cacareada democracia.

Más patético resulta todavía el lamentable e indignante papel de la UE, donde un espeso y chirriante silencio acompaña a todo este ejemplar proceso de revolución social. Europa se llena la boca de democráticos mensajes, se compromete a luchar por la democracia en su reluciente Tratado de Lisboa y alecciona allén de los mares sobre cómo se gobierna en el siglo XXI, pero se calla sumisa y vergonzosamente cuando un pueblo pone en práctica el camino a ese sistema. De pronto, los mensajes se cambian por el silencio ante un cambio de status quo. De pronto, valen más los tratados de pesca, de petróleo, de comercio, de grandes premios de F1, de jeques en Marbella y de aliados y alianzas, que la democracia. Nadie se atreve a criticar al régimen autoritario ni a apoyar a una población que se juega la vida por un estado de derecho (no a interferir, a apoyar). Todo es un grimoso silencio subyugado por los intereses económicos. Como siempre. Como todo en este hipócrita mundo donde hablar es gratis, pero hacer sale caro. Hasta tal punto, que tenemos que aguantar sin sonrojarnos que nuestra ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, diga que en Marruecos no puede pasar lo que está pasando en Egipto «por las reformas sociales que ha aplicado Rabat». ¿De qué reformas habla esta señora? No lo sabe ni ella, me temo. Y lo que en realidad hace cuando balbucea semejantes cosas, es nada menos que un llamamiento a la continuidad de la dictadura, a que nadie toque la tiranía marroquí… y se queda tan ancha. Más le valía seguir el ejemplo de sus vecinos europeos y seguir callada, por lo mejos así parecía tonta, y no lo confirmaba.

El ensordecedor silencio de Europa

7 comentarios en “El ensordecedor silencio de Europa

  1. Un fiel admirador dijo:

    Genial, como siempre!
    Pero me queda una duda que creo que podría completar tu post:
    no crees que después de esta gran revolución social, los que pueden salir mejor parados son los regímenes extremistas que, probablemente, sustituyan a los actuales dictadores en caso de ser derrocados?
    Y de ser así, es un simple riesgo que hay que correr?
    Graciñas!

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  2. Muy interesante…
    al leer y escuchar las primeras noticias respecto a Egipto y la situación actual, la cosa que mas me hizo pensar, fué la concomitancia con los hechos de Tuñez y Albania, y una pregunta me puse: Es casual esta correspondencia temporal? Hablo sin conocimientos ni estoy demasiado presente en seguir al detalle cada suceso, pero la pregunta creo que sea mas que logica: Puede haber alguna «mano oculta» general?

    Un tal Andreotti (personaje obscuro de la politica italiana) dijo una vez: pensar mal es pecado, pero muchas veces se acerta.

    ao

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  3. Razonables dudas que se me escapan. Lo de que esta revolución desembocará en regímenes extremistas me parece más un intento de meter miedo de Israel y similares que una realidad.¿Va un pueblo a levantarse contra una dictadura para permitir la llegada de otra más extremista aún? Pero no lo sé, en todo caso, espero que no.

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  4. Anónimo dijo:

    (Muy interesante,como siempre, lo que plasmas…)
    Como decía una pancarta del pueblo en rebelión «los egipcios ya probaron el gusto de la libertad, no hay marcha atrás». La revolución es posible, no creo que exista mano oculta, es el pueblo, los sectores más dañados y castigados, espontáneamente, hartos del yugo.la revolución del islam?Más bien se trata de la rebelión del oprimido.

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